Gustavo Faúndez Salinas
Antropólogo Social (U. de Chile), MA Estudios de la Imagen (U. Alberto Hurtado)
MSc Arte Forense e Identificación Facial (University of Dundee, Scotland)
Hacia fines del siglo XIX, el policía francés Alphonse Bertillon publicaba los resultados de su sistema antropométrico descriptivo, convirtiéndose en paradigma ineludible, para el campo de la identificación humana. Como parte del desarrollo de una perspectiva científica de la criminología, su sistema ponía énfasis en el método, como eje de la investigación y sus resultados. La aplicación de los diversos avances tecnológicos de su época, lo situaban en una posición privilegiada entre la antropología y la floreciente fotografía. En ese sentido, su intento por construir una fuente de conocimiento visual objetiva e indiscutible, le permitió marcar una diferencia con los sistemas tradicionales de investigación del delito, mucho menos rigurosos y más intuitivos, entre ellos, el retrato a mano alzada.
En términos prácticos, el sistema de Bertillon permitía llenar un vacío metodológico en el análisis criminológico de información antropométrica, a través del establecimiento de un sistema visual de identificación, que dejaría atrás las corrientes pseudo-científicas, que dominaban en ese entonces. A partir de la aplicación del conocimiento anatómico de la época, basado en la medición, comparación y registro de las distintas partes del cuerpo, el policía francés estaba en condiciones de abordar de manera confiable, la información que podían entregar tanto la fisonomía en general, como los rasgos característicos de un individuo. En efecto, la garantía que ofrecía el método para distinguir entre sujetos aparentemente similares constituía una verdadera revolución para el ejercicio de la identificación humana por parte de las policías. Como resultado, dicho sistema fue rápidamente aprendido por detectives de toda Europa y América, convirtiéndose en el modo de identificación por excelencia durante casi 20 años. Básicamente, porque el empleo de tablas sinópticas facilitaba el trabajo investigativo de los policías, con especial énfasis, en tareas tan cotidianas como lidiar con las habilidades criminales para disfrazarse, o adoptar identidades falsas.
En ese contexto, Bertillon fue hábil en sacar partido del desarrollo de las tecnologías de registro fotográfico, particularmente, de la carte de visite, que se volvía cada vez más popular en la sociedad francesa de la época. En ese sentido, el policía francés reconocía la necesidad de generar un lenguaje a partir del cuerpo del delincuente, que permitiera traducir sus rasgos corporales en un texto. El gran valor de su sistema antropométrico descriptivo radicaba, entonces, en la posibilidad de combinar la construcción de un lenguaje visual - con su propio léxico y estructura gramatical -, con el empleo del análisis cuantitativo, particularmente, de la estadística.
Estudio fotográfico realizado por Alphonse Bertillon en París, el año 1885.
Sin embargo, dicho escenario cambiaría de un momento a otro, una vez que la sociedad científica comenzó a reconocer sus limitaciones, no sólo a nivel metodológico, sino que, también, en cuanto a la práctica, rigurosidad y replicabilidad que exigía la medición antropométrica. Sus limitaciones, no sólo a nivel metodológico, sino que, también, en cuanto a la práctica, rigurosidad y replicabilidad que exigía la medición antropométrica, llevaron a los departamentos de identificación a cuestionar la efectividad del método, dándole una oportunidad a la novel dactiloscopía. La mayor precisión y simpleza de ésta, la posicionaron como el medio predominante de identificación humana durante el siglo XX. De hecho, más allá de sus ventajas intrínsecas, el estudio y la comparación de huellas dactilares, tenía mucho más en común, con el creciente número de metodologías científicas, que se encargaban de analizar los nuevos tipos de evidencia extraídos de los sitios del suceso. Entre ellas, manchas biológicas y/o sustancias químicas, que requerían del cruce de información para llegar a mejores conclusiones.
En ese contexto, un hecho histórico que marcaría el comienzo de la masificación de la dactiloscopía se remonta a una fecha tan temprana como 1850, cuando el oficial británico William James Herschel, destinado en el distrito de Hooghly, en la India Británica, propusiera la aplicación del conocimiento dactiloscópico en los documentos oficiales.
Mediante el estudio del estampado de la yema de los dedos, Herschel observó que ninguna huella era igual a otra, y que ellas no sufrían cambios con el paso del tiempo, siendo posible aplicar su recolección y análisis, a la identificación de reclusos en centros penitenciarios.
De hecho, en 1880, Hooghly publicaría un manifiesto basado en su experiencia, en el cual exponía las posibilidades que ofrecía el estudio de las huellas de los dedos, para la identificación humana. Sin embargo, su difusión y aceptación tomó tiempo, y no fue sino hasta dos décadas más tarde, que sus esfuerzos fueron finalmente retribuidos. En 1897, el Gobierno Británico encargó a una comisión oficial, la comparación del novel método dactiloscópico con el cuestionado método de Bertillon, concluyendo en la adopción de la dactiloscopia, como el sistema oficial de identificación en Gran Bretaña.
Ficha de huellas dactilares de Vucetich, 13 de diciembre de 1912.
Museo Policial de la Provincia de Buenos Aires.
De forma paralela, pero en el contexto latinoamericano, el científico croata, nacionalizado argentino, Juan Vucetich, quien se desempeñaba como funcionario del Departamento Central de Policía de la Plata, desarrollaba un innovador sistema, que permitía corroborar el parecido entre huellas dactilares. Influenciado por la lectura de los trabajos del inglés Francis Galton, Vucetich registró las huellas de veintitrés encarcelados, a razón de poner en práctica su método. No obstante, su mayor éxito vendría en 1892, con la resolución del asesinato de dos niños a manos de su madre, dando pie a la adopción oficial, por parte de la Policía de ese país, del Sistema Dactiloscópico Argentino. De hecho, seis años más tarde, la Academia de Ciencias de París lo reconocería abiertamente, como el sistema con mayor eficacia en la identificación de personas. De allí que, tras lograr su consolidación, la dactiloscopia pareció ser, por décadas, imbatible. Policías en todos los rincones del mundo reconocieron su efectividad, bajo costo y fácil archivo, abriendo espacio a la formación de profesionales calificados en la aplicación del método.
Hoy en día
Irónicamente, tal como ocurrió en los últimos años del método propuesto por Bertillon, uno de los factores que volvió a poner en primer plano al rostro humano, como alternativa viable para la identificación de personas, fue el avance en la captura y validación de imágenes digitales, en los albores de nuestro siglo. Mejoras en la calidad de las imágenes, menores costos de reproducción, y la posibilidad de tomar y almacenar grandes cantidades de fotografías, impulsaron, nuevamente, un cambio de paradigma. Sin embargo, su consolidación no dependería únicamente de una cuestión de imágenes, sino que, también, del desarrollo de programas computacionales que simplificaron el procesamiento de los datos extraídos. Más aun, sólo en la última década, la inteligencia artificial se ha convertido en la solución perfecta, para salvar aquellos obstáculos que volvieron impracticable a la antropometría del siglo XIX, sobre todo, en cuanto a los límites del ser humano, al momento de examinar y clasificar una enorme cantidad de información, que no dejaba de aumentar.
Actualmente, el trabajo policial se ha visto beneficiado por la aplicación de los medios tecnológicos en la identificación de personas, permitiendo contar con respuestas rápidas, a partir de sistemas integrados. Asimismo, la combinación de la tele-vigilancia, con los diversos sistemas de análisis biométrico (temperatura corporal, análisis de la marcha, entre otros), han posicionado a los softwares de reconocimiento facial automatizado, como el mecanismo de autentificación de personas más solicitado, por entidades tanto públicas, como privadas. De hecho, desde fines del siglo XX, la fotografía adosada a los documentos de identificación dejó de ser considerada como un simple agregado a los datos de nacimiento o a la huella digital, sino más bien, como una fuente de información válida en sí misma.
Finalmente, es necesario mencionar lo paradójico que resulta examinar las limitaciones que enfrentan hoy los sistemas de reconocimiento facial, de cierta manera muy similares, a las que provocaron, en su tiempo, la obsolescencia del método de Bertillon.
En ese sentido, la última frontera del análisis facial antropométrico sigue siendo la diversidad intrínseca del ser humano, y, por consecuencia, el grado de exhaustividad que puedan alcanzar las bases de datos.
Es más, aun siendo posible cumplir con la tarea titánica de medir a cada individuo sobre la faz de la tierra, siempre habrá un límite en el número de variables a considerar, existiendo el “peligro”, de que aparezca una nueva variable, que no fue considerada previamente, y que nos demuestre que somos más únicos de lo que pensábamos.
En suma, aunque para muchos pueda resultar una verdad incómoda, los sesgos están siempre presentes en la identificación de las personas, siendo imprescindible tenerlos a la vista, entenderlos y asumirlos. De lo contrario, así como la lectura de los cuerpos puede ayudar a reconocer entre diversas identidades, puede convertirse, también, en una herramienta de discriminación.
Santiago, Chile, Septiembre 2024.
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